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engo un grupo de amigos que se llama…
Ellos no toleran que uno se
vaya y se quede sin su amistad. La amistad del grupo… es, por lo que se ve, un
servicio desinteresado, compasivo, samaritano, altruístico, y… lo peor:
obligatorio.
Me da la sensación –según me
decía un enemigo que me rasca la espalda a veces– de que ellos agarran de
amigos a tipos con los que sienten el deber de, ¿cómo decirlo?, sentir por
ellos piedad, conmiseración, ¿lástima? No olvidemos: su amistad es un servio,
no sé a qué sirven: ¿la Patria ?
¿la Humanidad ?
¿Sancor? ¿El Ministerio del Interior? ¿Son Masones? ¿Masocas? En fin…
Mi enemigo me decía: –Van a tratar de tomarte de gil o de loco, es sólo eso;
dirán que tenés talento, pero tenés que encausarlo, pobrecito.
Bien gracias. Gracias por la
data.
Bueno, y sigo –me dijo–: –Es fácil: vos decís sí y te llevan a pasear en su
Gran Camión Porta Buenos Amigos, te pasan un módico subsidio para puchos y
sámbuches de mortadela, y te estimulan para que hagas análisis con el doctor Torombolo,
que trabaja con ellos. Es fácil, Roque.
(Me llamo Roque.)
–Yo lo hice un día, hasta que me pude
(abstinencia de alquitrán y mortadela) comprar un exquisito Doppelgänger que
les mandé en mi lugar y ¡ah! aliviado me di a la fuga.
–Sé que ellos están sospechando algo, pero ya no les importa, porque lo
agarraron de punto a él… de amigo va, y encajó perfectamente, les ceba mate y
todo. Les manda mensajitos de texto…
–Viste, es así: los padres te quieren tener de hijo, y los amigos del
club…, por tanto te quieren tener de amigo.
…“Bueno, y los técnicos de
jugador y los empleadores de empleado y los abuelos de nieto y las esposas de
los otros de amante”, le contesté yo que nunca entiendo un zorongo de nada.
–Che ¿no sabés si pasa el 122 por acá?– me dijo mi enemigo. “Sí” le dije y se esfumó rápidamente, creo que sin
saludar.
(…)